
Descartes en 1619 había decidido que la Matemática era necesaria para estudiar con fundamento los fenómenos naturales.
Veinte años antes, Johannes Kepler, el gran astrónomo, según él mismo y como tal, «Sacerdote Matemático de la Obra Divina», había declarado que «la Geometría era co-eterna al espíritu de Dios».
Descartes había leído a San Agustín, las Confesiones, que le influyó notablemente, y se dijo que algún día él escribiría las suyas (El Discurso del Método). Consciente de las limitaciones de los seres humanos ante lo desconocido, que se iban revelando más con los telescopios cada vez mejores, la idea de que algo o alguien debería conocer y controlar esa inmensidad se le hacía presente.
Agustín de Hipona había escogido como tal al Dios Cristiano, conocedor infinito de esa infinitud.
El Dios de Descartes es intelectual, racional, con poderes infinitos, más allá de los racionales. No es un Dios amoroso, pero es cómplice.
Además de las disciplinas matemáticas clásicas, existen otras más aplicadas que abordan problemas reales formulándolos matemáticamente para luego aplicar técnicas que permitan obtener soluciones. Una de las más recientes es la Investigación Operativa, que usando una adecuada metodología, con técnicas generales o específicas, investiga la forma más precisa de operar con los recursos disponibles para obtener los mejores resultados al realizar un proyecto.
Su aplicación permite adelantarse, estimar los posibles escenarios y elegir la mejor opción tras el correspondiente análisis riguroso. Es fundamental en la actividad diaria y en la evolución futura de empresas y organizaciones.
Fuente:
https://www.eldia.es/sociedad/2020/01/13/descartes-matematizacion-naturaleza-ii/1040403.html
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